lunes, 19 de abril de 2010

Ciudad del Vaticano.- Benedicto XVI es un hombre anciano. El viernes cumplió 83 años, y hoy conmemora el quinto aniversario de su pontificado, ensombrecido por la más grande ola de abusos sexuales a manos de sacerdotes que jamás haya vivido la Iglesia católica, algo que, según expertos, amenaza con dañar la imagen y la credibilidad de la institución.

El de Joseph Ratzinger es un mandato marcado por la polémica, que algunos expertos ya definen como el más difícil de la historia y que ha colocado a la Iglesia en la situación más delicada de los últimos tiempos. Pocos recuerdan la vitalidad que demostró el Papa cuando el 19 de abril de 2005, a las 17:50 horas, se asomaba por vez primera al balcón de la plaza de San Pedro como “un humilde trabajador de la viña del Señor”.

LA SOLEDAD DE RATZINGER

Desde el caso Maciel a los abusos organizados en Irlanda, Estados Unidos o Alemania alguno de los cuales implica, por omisión, al propio Papa, nadie duda que Benedicto XVI será recordado por la historia por el modo en que afronte los casos de curas pederastas y obispos encubridores. Algo para lo que el Papa no parece estar acompañado por una curia que, según denunciaba la pasada semana el National Catholic Reporter, fue sobornada por el fundador de la Legión de Cristo para asegurar su protección ante las acusaciones de abusos. Y es que éste es otro de los grandes problemas de Benedicto XVI: la soledad.

Apenas dos meses después de su primera visita a España, Benedicto XVI sacudió al mundo musulmán cuando afirmó en la Universidad de Ratisbona que “Mahoma no había traído nada novedoso, excepto la orden de extender la fe mediante la espada”.

En julio de 2007, el Papa aprobó, 40 años después, la vuelta de las misas en latín, uno de los requisitos exigidos por la Fraternidad San Pío X para negociar el fin del que hasta la fecha es el último cisma de la Iglesia católica.

La Iglesia no ha cambiado su postura sobre el sexo, el aborto o los métodos anticonceptivos, donde Benedicto XVI también fue protagonista de la polémica al asegurar, durante su viaje a África, que el sida “no se combate sólo con dinero, ni con la distribución de preservativos, que, al contrario, aumentan el problema”, declaraciones que provocaron la repulsa de la comunidad científica de todo el mundo.

Ahora, a la espera de la decisión sobre Marcial Maciel y con los casos de curas pederastas saliendo a la luz a cada minuto, Benedicto XVI afronta el futuro de una Iglesia cada vez más desconectada de la sociedad y con menos influencia y prestigio sobre ella.
Zocalo-Saltillo

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